Ramon Burgues
de Safortesa i Fuster (1627 – 1694), segundo conde de Santa Maria de
Formiguera, fue conocido también bajo el nombre de Comte Mal. En una época
de luchas entre Canamuts i Canavalls, el conde fue uno de los más claros representantes
de la reacción señorial del siglo XVII. La casa de Formiguera quería el
dominio directo y el cobro de diezmos (impuestos) de las comunas de Santa
Margalida y, además, pretendía tener jurisdicción feudal, civil y criminal
sobre los habitantes de sus caballerías, vecinos la mayor parte de la vila de Santa Margalida. Esta segunda
pretensión entraba en conflicto con las franquezas de Jaume I, por lo que los
habitantes de los extendidos dominios del conde defendieron encarnizadamente su
estado libre, sin ninguna otra sujeción más que a la del poder real. Las peleas,
los muertos y los heridos, los abusos a la autoridad y el miedo que reinó
durante todos aquellos años seguramente generaron el apelativo de Mal
que acompañó al nombre del conde.
Pero, a menudo
la figura histórica de de Ramon Burgues i Safortesa ha estado entremezclada con
la leyenda del Comte Arnau catalán. Así, fantasías, tradiciones y recreaciones
literarias se mezclan con la realidad histórica y, todas juntas, configuran uno
de los personajes legendarios más completos de la historia de Mallorca, con
gran cantidad de episodios que todavía circulan por la isla, especialmente por
Santa Margalida y por las montañas de
Galtazó.
Respecto a las
fábulas localizadas en la solariega casa del Comte Mal, Can Formiguera, cuentan
que el conde estaba enamorado de Margalida, monja de Santa Clara, y que el
diablo lo ayudó a construir una torre en la misma casa, situado al lado del convento
de clarisas, para poder vigilar los movimientos de la enamorada. Esta torre se
estaba haciendo tan alta que los jurados, escandalizados, pararon las obras y
obligaron a rebajarla. El diccionario Alcover-Moll se hace eco de la fábula,
con alocados demonios como protagonistas: “En
la ciudad de Mallorca es tradición que los alocados demonios construyeron en
una noche la torre de Can Formiguera”.
En el mismo sentido, la tradición también comenta la existencia de una galería subterránea
que comunicaba el convento con la casa, así recogen los versos del romance:
“Feis-ne tancar aquella mina, muller lleial,
que dóna al convent de monges, al convent sant”.
Los versos de
Guillem Colom nos hablan de la torre y de su diabólico ambiente:
I entretant, no molt enfora,
a cent passes a la vora,
el diable ordia alhora sa teranyina infernal.
Veïna de la clausura
i omplint
els voltants d´horrura,
s´alçava, esquerpa i obscura,
sotjant totora el vell claustre, la torre del Comte Mal.
Bibliografía: “Palma, ciutat de llegenda. Itineraris pels mites,
les llegendes, les curiositats i els detalls de la ciutat de Mallorca”, de
Gaspar Valero i Martí.
Fotografías: Virginia Leal.