La casa-museo de Miramar, una de las posesiones más antiguas y con más
historia de Mallorca, trabaja para mantener y difundir su importante patrimonio
histórico y cultural. Su objetivo es dar a conocer a mallorquines y foráneos
dos de las figuras imprescindibles de la historia de Mallorca: Ramón Llull y el
Archiduque Luis Salvador.
En 1240 ya
aparece documentada esta posesión como en el rafal árabe de Alcorayola. En
1276, por iniciativa de Ramon Llull, el rey Jaume II de Mallorca, estableció
allí el Colegio de Lenguas Orientales de
Miramar. Posiblemente, por la excelente ubicación de la posesión, esta
pasara a llamarse Miramar.
Ramon Llull vio la necesidad de comprender la mentalidad y la cultura del islam
como forma de tramar una acción de proselitismo eficaz. El Miramar misional
constituirá un hecho reconocido en la difusión del pensamiento cristiano. El
colegio desapareció pocos años después, en 1295. Durante los años de
funcionamiento el beato escribió allí la obra más difundida de su corpus: “El Llibre d´amic e amat”. Además,
Miramar fue la fuente de inspiración de una de las primeras estrofas de
literatura paisajística en lengua catalana, incluidas en su bello poema Cant de Ramon.
En 1485 se
instaló en Miramar la primera imprenta
de Mallorca y una de las primeras de todos los países de habla catalana. En
el siglo XVI vivió el padre Antontio
Castañeda, ermitaño y padre espiritual de santa Catalina Tomàs. Fue capitán
de los ejércitos de Carlos V, pero desengañado de la vida que llevaba, se
retiró a Valldemossa, donde vivió como ermitaño, primero en una cisterna,
después en una cueva y finalmente en Miramar hasta su muerte el 1583. Después
de esto la historia de Miramar, hasta la llegada del Archiduque, se caracteriza
más bien por la constante presencia de ermitaños.
Posteriormente,
en 1872, el Archiduque Luís Salvador de
Hasburgo-Lorena- uno de los miembros de la corte imperial austrohúngara-,
adquirió la finca, reformó las casas y la capilla, recuperando así la memoria
de Ramon Llull y el mensaje de respeto y disfrute de la naturaleza construyendo
numerosos caminos y miradores; también embelleció el conjunto con dos jardines
contiguos y proyectó el Jardín de la Torre del Moro. Los interiores fueron
nuevamente amueblados con piezas mallorquinas tradicionales y con otras que
eran copia de las que había anteriormente.
El Archiduque
concibió Miramar como un lugar abierto a todos los visitantes, por lo que en
1873 abrió la hospedería de Ca madò
Pilla. Con motivo de la colocación de la primera piedra del oratorio de
Ramon Llull, el 21 de enero de 1877, se hizo una gran celebración religiosa.
Cuatro días después tuvo lugar una gran
fiesta literaria, en recuerdo del sexto centenario de la fundación de
Miramar. Enamorado de estos lugares, el Archiduque invitó a relevantes
personalidades de la época a visitarlos, entre los cuales destaca la legendaria
Sisí de Austria, que quedó tan
impresionada que bautizó con el nombre de Miramar a su hijo.
A la muerte
del Archiduque, en 1915, el heredero fue su secretario, Antoni Vives Colom,
para después pasar a su hija Lluïsa Vives Venezze, casada con el pintor Antoni
Ribas Prats; actualmente es propiedad de la hija de los anteriores, Silvia
Ribas Vives.
La visita a Miramar
La visita a
Miramar comienza en el área de recepción. Fuera del recinto de casas se sitúa
la tafona (almazara). Se encuentra en perfecto
estado de conservación; cuenta con una prensa mecánica y sobre el rotlo (rulo) se puede ver la fecha
“1934”. Al lado se sitúa la sala de
mapas donde, además de contemplar los intensos esfuerzos del Archiduque
viajero sobre la cartografía del Mediterráneo, encontramos una buena colección
de imágenes de la época, tanto del protagonista como de su mundo. Destaca el
libro enrollable dedicado a Alexandrete,
colgado en la parte superior de la sala.
Desde la
entrada se accede en primer lugar al jardín.
Contiene una interesante selección de árboles y plantas autóctonas, entre los
que destacan dos tejos. Sobre uno de los muros conservados de la antigua
edificación se alza un fragmento del
claustro gótico del convento de Santa Margalida de Palma. Llegó al
Archiduque a través del escritor y maestro de obras militar Pere d´Alcàntara
Peña, quien lo había desmontado a causa de un grave peligro que sufría por las
obras de transformación del convento en hospital. Consta de 17 arcos góticos,
trifoliados, sostenidos por 19 columnas.
A la derecha del jardín, se alza la capilla de Miramar, la primera obra de rehabilitación que comenzó Luís Salvador después de la compra. El actual edificio se corresponde con una de las capillas laterales de la primitiva iglesia. Las obras fueron llevadas a cabo por Bartomeu Ferrà entre 1872 y 1873. La capilla se encuentra precedida por un atrio que cubre la entrada, decorado por el relieve de un demonio. El tejado está rematado por una espadaña.
El interior de la capilla es de un solo tramo de bóveda de crucero y sobre la
clave podemos contemplar el escudo del Archiduque. Sobre el altar hay un retablo,
formado por un tríptico. El centro está presidido por la Trinidad, mientras que
en los laterales están representados Ramon Llull y santa Catalina Tomàs.
La capilla
contiene otras piezas de gran interés como la escultura de la Mare de Déu de la Garda, a la derecha del oratorio.
Esta pieza fue donada por la emperatriz Elisabet de Austria, después de su
segunda visita a Miramar. Es una delicada imagen en mármol blanco, levantada
sobre una pilastra donde hay una placa colocada por Luís Salvador como recuerdo
de esta donación.
En la otra
parte del jardín se ubican las casas de
Miramar. El edificio tiene tres plantas de altura, cubierto por dos
vertientes y con las cuatro fachadas decoradas (a excepción de la torre) por un
esgrafiado obra del propio
Archiduque, quien se inspiró en una casa de Establiments. La entrada desde el
jardín se efectúa bajando unos escalones sobre una pérgola sostenida por cuatro
columnas procedentes del antiguo claustro de Miramar. El portal da a la primera
vertiente de las casas, construido por Luis Salvador.
A la izquierda
se encuentra la actual sala de
conferencias, llamada anteriormente la sala de la Fuente, ya que durante
las obras apareció una pica. El fondo de la sala está decorado por un conjunto
de conchas que representa la figura del Doctor Iluminado, inspirado en la xilografía
de Pere Posa Apostrophe Raimundi, de
1504. El Beato se encuentra flanqueado por dos cipreses, mientras que encima se
encuentra el escudo archiducal y la inscripción en italiano “Anno 1872”. Toda
esta sala está recorrida a media altura por un enladrillado, inspirado también
en la xilografía.
En la sala de
la derecha se ubica uno de los elementos más impresionantes del patrimonio de
Miramar: el cenotafio de Vratislau
Viborny, el primer secretario del Archiduque, muerto en Palma el 25 de
julio de 1877, con tan solo 24 años. Esta romántica escultura, obra de Antonio
Tandardini, representa la resurrección del joven mientras un ángel recoge el
alma. Sobre las paredes cuelgan fotografías de la familia y de la trayectoria
personal del Archiduque. La sala todavía conserva el suelo original y el
enladrillado de los bajos de la pared, inspirados en los que decoraban la
portería del locutorio del convento de Santa Magdalena de Palma.
Desde aquí
pasamos a la parte primitiva de las
casas a través de dos pequeños arcos de medio punto, uno de los cuales,
antes de la reforma del Archiduque, correspondía con el portal que daba al
claustro. Es muy probable que el suelo empedrado de toda esta ala sea de la
época de Ramon Llull. En la parte derecha se ubica la entrada de la antigua
habitación de los mensajes y la cámara que acoge una recreación del interior del barco del Archiduque, el Nixe II. En la
parte izquierda se encuentra una cocina tradicional, con chimenea y viadera, y
la escalera que sube a la planta noble.
Desde la
segunda vertiente se accede al mirador
de poniente, desde donde se aprecian unas magníficas vistas de la costa
mallorquina. La preceden pinares y los restos de la torre-oratorio de Ramon
Llull, medio derrumbada después de que en 1975 impactara un rayo. Sobre la
fachada hay adosadas varias placas
conmemorativas dedicadas al recuerdo del Archiduque. Destaca la que reproduce
los versos del poeta mallorquín Joan Alcover. Como elemento curioso, al lado
del portal, hay una gran ancla
proveniente del Nixe II. En la parte izquierda se puede ver la sólida torre de defensa.
La fachada del
sur hoy en día está fuera de la visita a las casas. En el lado opuesto, al
norte, al lado de la capilla, se ubica el Jardín
de Cipreses, que ocupaba el espacio de la antigua iglesia de Miramar.
Cuenta con un curioso empedrado en forma de cruz.
A través de
una escalera situada debajo del mirador se baja hasta el Jardín de la Torre del Moro. Es una de las obras más singulares de
Luís Salvador. Este espacio fue concebido con la idea de hacer un jardín
botánico con muestras de plantas y los árboles más significativos de la flora
insular. Ocupa un espacio de unos 200 metros cuadrados, levantado sobre un
altísimo muro de pedra en sec. Se
encuentra limitada por una pequeña pared coronada por 33 almenas. En la parte
central hay dos pasteras, cada una de las cuales contiene una estrella de 9
puntas, hechas con la intención de evocar el Ars Combinatoria lul·liana. En la parte superior se encuentra el safareig
(estanque). Los muros laterales presentan una disposición escalonada, decorados
con copas de mármol de gran tamaño que contienen curiosos grafitos de principio
de siglo XIX.
Desde el
Jardín de la Torre del Moro, bordeando un marge,
se llega a otra obra paradigmática del Archiduque: los Pontets de la Font Coberta. Hay en total 13 y atraviesan el badén empedrado
que baja de la fuente. Desde aquí, por un caminito escalonado se puede ir hasta
las Cuevas de Poniente. Un poco más abajo se localiza el Mirador de sa Ferradura, desde donde se obtiene una de las más
espléndidas vistas de sa Foradada.
Bibliografía: “Les Possessions de Mallorca. Vol. I.”, de Tomas
Vivot; “Guia del paisatge cultural de la Serra de Tramuntana”, de Gaspar Valero
i Marti; “El paisatge del Arxiduc”, de Nicolau S. Cañellas Serrano; “Les
possessions mallorquines de l´Arxiduc”, de Sebastià Trias Mercant.
Fotografías: Virginia Leal.