En tiempo de dominación musulmana habitaba en un
palacio de ensueño, un moro llamado Ben Abet, los dominios del cual se
extendían alrededor de toda la zona Norte de Mallorca. La posición de
privilegio de Ben Abet dentro de la sociedad mallorquina de aquella época se
reforzó todavía más cuando se unió en matrimonio con Abebeia, hija del poderoso
jeque de Denia. De todas sus posesiones, las más apreciada por él era la de Alfàbia, donde vivía rodeado de un montón de cuarteradas de jardines, como un
verdadero príncipe.
Cuando llegó la conquista catalana, no vino la
desgracia para Ben Abet, ya que este supo adaptarse a la nueva situación
política de la isla, convirtiéndose así al cristianismo e, incluso, ayudando al
rey Jaume a completar la conquista de Mallorca. Esta política que hoy
llamaríamos “colaboracionista”, permitió a Ben Abet la conservación de sus
riquezas y privilegios. En los siguientes años a la conquista, el señor de Alfàbia fue un tal Joan Bennàssar. Existen
indicios que permiten suponer que este era el nombre cristiano del hijo de Ben
Abet, que antes de convertirse al cristianismo se llamaba Abet Ben Assar. Este
personaje creó la casta mallorquina de los Bennàssar, que, extendida por todo,
ha llegado hasta nuestra época. Por tanto, Alfàbia
era la única posesión de Mallorca cuya propiedad fue transmitida de padres a
hijos, ya no solo desde los días del “reparto”, sino antes de la conquista.
La posesión ha sido patrimonio, a lo largo de los más de 700 años, de las familias Bennàssar, Santasicília, Berga y Zaforteza, respectivamente, sin que en 7
siglos se haya producido ningún tipo de venta, falta, pleito o permuta. Esta
circunstancia propició, sin duda alguna, la preservación de un importantísimo
legado histórico, cultural y artístico que fue pasando de padres a hijos, hasta
llegar a ser prácticamente patrimonio común.
Respecto al palacio, cuidadosas obras de reformas han preservado el
carácter palaciego de la edificación, aportando, además, el sello de distintas
generaciones. Inicialmente las casas de tipología gótica, con un marcado
carácter rural y fortificado se estructuraban en torno a un patio cerrado,
incorporándose una torre en el siglo XVI. La gran reforma del siglo XVIII dotó
a Alfàbia de sus elementos barrocos, los más definitorios de su actual
configuración. Esta reforma supuso una ampliación sustancial de las casas
originarias, dotándolas de una nueva distribución y decoración pero manteniendo
siempre el concepto de casa rural. En la segunda mitad del siglo XIX se produjo
una nueva e importante intervención que modificó parte de las reformas
anteriores.
Más allá del paseo de plateros y del portal foráneo,
detrás del cual hay un artesonado árabe
de madera de olivo que está documentado alrededor de todo el mundo como una de
las obras maestras del arte musulmán, se encuentra un claustro muy peculiar. Al
fondo, la fachada de la casa de los señores, con un portal neoclásico del siglo
XVII y dos ventanales elípticos. Las puertas de entrada del palacio eran las de
la antigua sede de la Inquisición palmesana.
Detrás de la fuente central del claustro,
encontramos un descomunal platero. A
la izquierda del claustro, más allá de tres arcadas góticas, se encuentra la
casa de los señores. Delante, encontramos una almazara, inmensa, y los antiguos establos. El conjunto formado por
las distintas edificaciones, el claustro y el enorme árbol forman un cuadro
admirable y de serena belleza.
El interior del palacio se presenta lozano. En la sala grande encontramos encontramos otro techo con artesonado, este del siglo XVII, y un retrato de un noble caballero llamado Pere de Santasicília. Éste vivió en el siglo XVII y fue uno de los señores de Alfàbia. Cuentan las crónicas que su personalidad era muy notable. Hay que mencionar una de las habitaciones donde durmió en una ocasión la Reina Isabel II, cuando la augusta señora visitó oficialmente Mallorca, desembarcando en Sóller. En aquella época, el viaje desde Sóller hasta Palma era largo y arriesgado, por lo que los organizadores de la visita encontraron que convenía que permaneciera en Alfàbia.
La biblioteca del palacio era muy
importante. Se encontraban 1.200 antiguos volúmenes, haciendo mención especial
al llamado “Llibre de les franqueses”,
escrito en el año 1.246, de gran valor bibliográfico e histórico. Encontramos
también más estancias, como el comedor
donde encontramos una serie de pergaminos.
Mención aparte merece la llamada “Cadira
des Rei Moro”, que es, en realidad, el mueble antiguo más valioso e
interesante de todos los que hay en Mallorca. Se trata de una suntuosa silla de
madera tallada, las figuras de la cual representan la pérdida del reino de
Mallorca para Jaume III. El preciado mueble fue expuesto en Viena en el año
1.873 y en París en el 1.878.
Los jardines de Alfàbia tienen mucho
renombre, tanto dentro de Mallorca como fuera de la isla. En realidad rodean
todo el casal, si bien antiguamente solo ocupaban la parte trasera. Tenemos que
pensar que los árabes, maestros en el tratamiento del agua, se entusiasmaron
con la abundancia del preciado líquido que había en aquel lugar. El paseo por
los jardines comienza en la entrada del casal, girando a la izquierda, para
acabar en la parte trasera del mismo casal. Estos jardines destacan por el
famoso “juego de agua”, la “caseta
del hortelano”, pequeña y recogida, una diminuta obra maestra de la antigua
arquitectura popular.
Bibliografía
SEGURA, Miquel y VICENS, Josep (1987): "Possessions de Mallorca. Volum II”. Ed. Edicions
Teix (Campos). p. 105 – 108.
Fotografías
Virginia Leal © 2014
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