Cuenta la
leyenda áurea (narración de las vidas de los santos con profusión de
fabulaciones de religiosidad popular) que Sebastià
fue un militar romano, capitán de la guardia imperial. Convertido al
cristianismo, fue condenado a muerte por predicar la nueva religión dentro del
ejército. Un pelotón de arqueros mauritanos lo agujerearon a golpe de flecha.
Hecho el trabajo, lo dieron por bien muerto y abandonaron el lugar. Pero, el
santo militar sobrevivió a la ejecución y fue curado por una viuda piadosa
llamada Irene. De nuevo en activo, Sebastià fue de otra vez encarcelado y
conducido ante el emperador Diocleciano, quien ordenó que fuera azotado hasta
la muerte; su cuerpo fue tirado en una alcantarilla. Pero, el espíritu del
mártir se apareción ante Lucía, y sus despojos fueron finalmente enterrados en
las catacumbas (que hoy llevan su
nombre), cerca de los cuerpos de los apóstoles.
Según el
cronista Joan B. Binimelis, aproximadamente sobre el año 680, el papa Agatón
erigió un altar en la basílica del santo, en Roma, cerca de las catacumbas,
para detener una terrible epidemia de peste. El remedio resultó eficaz, y el
mártir fue considerado advocado contra la peste.
Mucho más
tarde, la advocación de Sant Sebastià
se arraigó en Mallorca. Puesto que Sant Sebastià tenía fama de protector contra
las epidemias y que Mallorca estaba en contacto con importantes vías del
contagio de la peste (norte de África y Mediterráneo Oriental); la devoción de
los ciudadanos hacia el santo fue creciendo con el tiempo, igual que las
ceremonias y las festividades relacionadas. A mediados del siglo XV, en la Seu
de Mallorca, ya había un altar dedicado a este santo, y se conservaba un
relicario que tenia “un trocito de costilla y un hierro de la saeta”. Así, en
el año 1451, se concedió a los Jurados de Palma la solicitud para que la fiesta
de Sant Sebastià fuera solemne y que se tocara la campana mayor. Un paso
institucional relacionado con el culto a Sant Sebastià se llevó a cabo en 1518,
cuando los jurados de la Universidad obtuvieron el patronato sobre la capilla
que querían dedicar al santo protector.
Entre los años
1522 y 1523, al final de la revuelta de las germanías, apareció la peste en
Mallorca. En medio de la epidemia llegó a la ciudad, huyendo de los turcos, un
presbítero de la isla de Rodas llamado Manuel Suriavisqui (arcediano de la
iglesia de San Juan Coladie) que llevaba, en su barco, una reliquia del santo.
Concretamente, la reliquia consistía en el hueso de un brazo de Sant Sebastià.
Según la leyenda, cuando el arcediano quiso partir del puerto de Palma, se
desencadenó un fuerte temporal. El temporal volvía a crecer cada vez que el
barco quería hacerse a la mar. Interpretando este hecho como una voluntad
divina para que la reliquia se quedara en la isla, se decidió dejar el hueso
del brazo de Sant Sebastià en Palma. Según parece, estos hechos coincidieron
con el final de la peste que asolaba Mallorca. Por eso, se atribuye el final de
la epidemia a la llegada a Palma de esta reliquia. En agradecimiento, se fundó
una cofradía en honor al santo. Esta estaba formada por un canónigo, un
consejero, un presbítero de la Seu, un ciudadano, un mercader y cuatro
menestrales. Se estableció una renta por la fiesta anual, limosnas y el
sufragio del retablo de la capilla de Sant Sebastià en la Seu. El canónigo Pere
Joan Llabrés nos cuenta que en el año 1541 la fiesta de Sant Sebastià, fue declarada
d´Eloi (es decir, con toque de la
campana mayor) a petición de los jurados, los cuales entregaban un cirio para
la celebración. Joan B. Binimelis, en 1595 dice que el santo se venera en
Mallorca, y especialmente en la Seu, con título de patrón y advocado de la
peste. La devoción hacia el santo fue creciendo hasta que en el siglo XVII, en
el año 1634, los Jurados presentaron la nominación como patrón de la ciudad a
favor de Sant Sebastià. El título de patrón fue confirmado por la Santa Seu el
18 de junio de 1868.
Una vez
desaparecida la cofradía de Sant Sebastià, el Ayuntamiento siguió costeando la
fiesta de Sant Sebastià. Esta consistía en una misa a la cual asistía la
corporación precedida de tamborileros y maceros. A parte de eso, l fiesta no
contaba con ningún otro elemento significativo. No obstante, Joan Amades
(Amades, Joan: Costumari Català, vol.
I, 569) menciona las hogueras de Sant Sebastià como otro elemento tradicional
de la fiesta: “En la ciudad de Mallorca,
en la vigilia de Sant Sebastià se encendieron grandes hogueras para que el
santo hiciera quemar todos los gérmenes pestilentes. La voz popular dice que la
costumbre recordaba una gran peste que arrasó la ciudad y que fue extirpada,
con la ayuda del santo, encendiendo gran profusión de hogueras. Alrededor de la
hoguera los jóvenes se dejaban llevar por la danza y a alegría. Al cobijo de
las hogueras tradicionales de Sant Sebastià se acercaban las escasas
expansiones carnavalescas que se encuentran en Mallorca. Se organizaban
comparsas que rodeaban las hogueras y realizaban pequeñas representaciones de
carácter humorístico, alegre y festivo, y cantaban y bailaban.
En el
vestíbulo de la sala de sesiones del Ayuntamiento, una pintura atribuida al
pintor flamenco Anton Van Dyck nos recuerda al patrón de la ciudad. El lienzo
procede de una donación efectuada por Bartomeu Verger, que lo trajo de Madrid.
En la escena, aparece el mártir, a punto de ser atado al árbol, un patricio
romano a caballo y el pelotón de ejecución; uno de estos arqueros es un soldado
de color, sin duda una referencia al origen mauritano de los miembros del
pelotón.
La fiesta en
la actualidad
El elemento
más participativo de la fiesta del patrón de Palma, la revetla (verbena), es muy moderna, del año 1977. Se tiene que
pensar que las grandes fiestas ciudadanas de participación y jaleo popular se
hacían por barriadas; eran normalmente en verano y contaban con una potente
organización de tesoreros. El programa de fiestas de Sant Sebastià comprende
unos diez días de actividades. Actualmente comienza con las beneïdes de Sant Antoni (día 17 de
enero) y finaliza el domingo posterior a la actividad central del programa de
fiestas, la revetla (día 19 de
enero), con un espectáculo basado en el fuego llamado aTIÀr FOC.
De manera
similar al programa de las fiestas de Navidad, las celebraciones de Sant
Sebastià abarcan un gran número de actividades organizadas no solo por el
Ayuntamiento y servicios ligados a él, sino por muchas otras entidades, tanto
públicas como privadas. La tipología de estas actividades es de una gran
diversidad, de tal manera que el programa de fiestas está configurado por
actividades culturales, lúdicas y formativas.
El pregón de
las fiestas es la actividad que inaugura el programa de Sant Sebastià. Este se
realiza con el marco de un desfile que sale de la plaza de la Puerta Pintada
(plaza España) y se dirige hacia la plaza de Cort, donde posteriormente se
produce la lectura del pregón. Este es un acto en el que una persona
reconocida, nacida o vinculada a la ciudad, aporta su visión sobre la fiesta o
sobre la ciudad.
Encendido de
la hoguera y “revetla”
Respecto a
todo el programa de actividades de las fiestas de Sant Sebastià destaca la Revetla. Esta tiene lugar al atardecer
del día 19 de enero y se centra en la música en vivo y en las torradas.
Diversos escenarios dedicados a diferentes estilos musicales llenan las plazas
de la ciudad. Los inicios de la actual Revetla
son muy recientes, concretamente al año 1977.
En sus
primeros años la revetla se llevaba a
cabo en la plaza Mayor. Atendiendo a criterios de espacio (la plaza se
congestionaba) y de diversidad (para hacer la oferta extensiva a otros sectores
de la población) se descentralizó y se multiplicaron los lugares en que tenía
lugar, así como la oferta de estilos musicales. El acto que abre la Revetla es la encendida de la hoguera de
la plaza Mayor. Este acto se realiza en la tarde del 19 de enero, antes de los
conciertos en las diferentes plazas de la ciudad, precedido por el Baile de los
Gigantes y Cabezudos de la Sala, que salen desde el Ayuntamiento, acompañados
por la música de grupos de xeremies y
batucadas. Se dirigen hacia la plaza Mayor, dónde son presentes en el encendido
de la hoguera por parte de el Drac de naCoca.
Bibliografía: "Les festes de Palma", de G. Valero, J. Bueno y B. Font.
Traducción: Virginia Leal
Fotografía: Virginia Leal
Bibliografía: "Les festes de Palma", de G. Valero, J. Bueno y B. Font.
Traducción: Virginia Leal
Fotografía: Virginia Leal